lunes, 27 de agosto de 2007

Terremoto

Terremoto es una palabra que hace años no se escuchaba, y de pronto, zas! se nos estampó en la cara (y también en el pecho) como una bofetada, y desde entonces no se va.

Ese miércoles estábamos en Máncora. Bañandome con desgano, un poco enfurruñada, por algún lío "doméstico". Y desde la ducha escuché el jaleo por la tele. Más tarde, ya frente al televisor, viendo los primeros reportes, aunque no dejó de sorprender el 7 punto y algo, por lo alto, nada nos hacía presagiar la magnitud de la tragedia. Todo indicaba que no pasaría de un gran susto. Celular en mano, empezamos a marcarle a amigos y parientes de Lima, Chimbote y alrededores, y para variar no pasaba nada con la Teléfonica. Pero claro, si con las justas funciona en situaciones "normales" que podemos esperar cuando hay un terremoto.

Un par de horas después, recién empezamos a avizorar los primeros pincelezos del desastre. Veinte muertos. A la medianoche, se hablaba de 300, y a la mañana siguiente, 500. Y numeros por aquí, escalas por alla, que si fueron 2 minutos, o 3. Pero más allá de cifras, supongo que el desaliento, la impotencia y el dolor al ver de golpe las escenas sin editar, no ha habido quien pueda medirlos.

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